The coldest point (el punto más frío): Katsura Kan en Buenos Aires

Katsuro Kan

por Patricia Aschieri

Entre el 23 y 28 de agosto con organización de la Fundación Carlos Guastavino y Axis Mundi Gestión Cultural, se presentó en Buenos Aires el bailarín Butoh y coreógrafo Katsura Kan, con una serie de actividades que incluyó la realización de un workshop, proyecciones, conferencias, entre otras.

Katsura Kan
Nació en Kyoto. Se formó con Tatsumi Hijikata, uno de los creadores de la Danza Butoh, Yukihiro Hirota, maestro de la Escuela Kong de Teatro Noh, y con Ben Shuharuto, maestro de Danza Tradicional Javanesa. Formó parte de la agrupación de Butoh “Byakkosha”. Durante 15 años desarrolló actividades en Indonesia y posteriormente 5 años en Tailandia. Recientemente ha estrenado “El libro tibetano de los muertos” en la Universidad de Naropa, en Colorado, EE. UU donde actualmente continúa sus investigaciones dentro del proyecto que ha denominado “Becket Butoh notation”.

En la charla abierta a la comunidad realizada en la Dirección Nacional de Música y Danza, Katsura Kan refirió las particularidades de los orígenes de la palabra Butoh. Bu vendría del vocablo Buyo que es un término japonés genérico para designar “danza”. Según Kan, esta palabra aparece a principios de siglo XX con la llegada de la cultura europea a Japón. Su composición provendría de dos vocablos, mau que significa “acabar” y odoru que significa “bailar”. Buyo incluía a todas aquellas danzas que no pertenecían a la danza tradicional japonesa como pueden ser el flamenco, el vals, la danza clásica occidental. Este vínculo de la palabra Buyo con Occidente habría resultado insatisfactorio en tanto no representaba aquello que los jóvenes de la vanguardia japonesa buscaban nombrar. Según nos revela Kan, el vocablo Butoh fue recuperado de algunas ceremonias de monjes japoneses.

El bailarín y coreógrafo retrató la Danza Butoh como una estética tan hija de las bombas atómicas como pueden serlo las expresiones de vanguardia de los 60´, -"Luego de la guerra todas las ciudades compartían la misma imagen que Tokio”- expresó. Apoyándose con videos de Yoko Ono, John Cage,  Pollak, Tatsumi Hijikata, Dairakudakan, Sankai Yuku, ubicó su estética como parte de un movimiento de posguerra con preguntas similares, que cuestionaba la sociedad y el sistema establecido. -“Las performances eran experimentales. Todos parecían estúpidos y no tenía sentido lo que hacían”- explicó. La danza Butoh se encontraba entre la frustración de la modernidad y el rechazo a la tradición y por esa razón muchas de las actuaciones de Hijikata, contenían elementos paródicos e incluían pequeñas cosas de Teatro Noh, Teatro Kabuki o de danzas tradicionales -“Muchos maestros japoneses para no ser reconocidos, se ponían máscaras para ir a ver sus parodias” -contó Kan- El desarrollo del Butoh estuvo acompañado de críticos que venían de la literatura como Yukio Mishima o de la antropología, y fueron estas colaboraciones las que iban  señalando “el buen camino”. Afirmó -“El Butoh esta siempre buscando algo que no puede ser identificado en el escenario, probablemente si van a un teatro no van a entender y sin embargo es interesante porque la audiencia es llamada por sus propias memorias, y entonces pueden crear su propia historia”-.

En la entrevista que le realizáramos Kan explicó que los hechos del 11 de setiembre de 2001 habían marcado un punto de inflexión en el devenir de su búsqueda como artista y como persona. –“Los artistas tal vez deberíamos hacer algo al respecto. Personas de todos los países murieron en el World Trade Center y sin embargo, hay un montón de gente que aplaudía, que gritaba ¡bravo! ¿qué pasa?-” se preguntaba y continuó –“me interesa esa grieta, ese espacio que sucede en el interior de estas personas”-.

Como integrante del “Proyecto para la Paz” comenzó a realizar actividades en distintos países como Bosnia, Serbia, Croacia, Montenegro, Kosovo. “Soy budista” -nos dice- “los católicos y musulmanes se llevan mal allí y como no pertenecía a esas religiones podía entrar sin ser rechazado, me propuse usar el cuerpo como puente entre personas que no podían comunicarse”-.

Kan trató de entender sobre todo a los musulmanes. “Si bien como japoneses no estamos cerca de los musulmanes, es cierto que cuando los monjes cristianos vinieron a Japón, nosotros los matamos porque no nos gustaban (se ríe). Primero nos mostraban su sonrisa, pero sabíamos que después tratarían de cambiarnos, conocíamos la historia de los europeos”.

Su búsqueda como bailarín era encontrar “cómo moverse desde el punto más frío de la imagen”. Con esta expresión hace referencia a las palabras de Tatsumi Hijikata, con las que Kan había caracterizado anteriormente su técnica. -“En la danza Butoh hay una sola técnica. ¿Cuánto puedes ir más allá de tu propio límite?  Se trata de luchar contra el límite y mostrar su realidad sin máscaras”-.
-“Cuando Tito (líder político de Yugoslavia) murió -continúa Kan- hubo fuertes enfrentamientos, antes había convivencia  pero después las personas comenzaron a matarse entre ellas. No era un problema con la religión, sino más bien político. Como resultado de todo esto,  no había comunicación. Por mi parte encontré que había un programa de la Japan Fundation para ir allí y realizar algún tipo de trabajo de cooperación. Tal vez intentar colaborar en restablecer algo de esta comunicación era un punto suficientemente frío para mi”-.

-“Como ustedes saben yo soy budista pero ¿como puedo decir?, la comunicación de los musulmanes con las personas europeas es muy difícil y cuando hablaba por ejemplo con artistas franceses ellos decían no, no, es muy complicado”. Pero sin embargo, los musulmanes aceptaban bien a los japoneses. No se por qué, pero fui a varias comunidades y no tenia problemas”. Katsura Kan entonces describe la crudeza de su experiencia “En todas las comunidades siempre había algún pariente que había sido asesinado por alguna persona de otra familia o comunidad. Yo enfatizaba el presente, permanecer en el presente. Y entonces invitaba a que nos moviéramos juntos, sólo movernos, tener algo de comunicación con el cuerpo, comunicación corporal. Y cada vez que iba, cada año, continuaba trabajando y no hablaba, no tenía tal vez claro que decir y tenía cuidado y continuaba con los movimientos y no había problema. Esta es mi experiencia, y esto fue muy bueno para mi, para poder pensar en ello. El arte puede ser útil, el arte puede ayudar. Esta es mi impresión”-.

En este punto Kan descubre “un punto débil” de la técnica de movimiento de la danza Butoh tal como él la había experimentado. -“Porque el Butoh muchas veces pide que vuelvas a tu propia tradición, te invita a volver a tu tradición, volver sobre tu cuerpo, sobre tu propia forma de movimiento, sobre tus costumbres, sobre tu respiración, tu cuerpo.  Pero el cuerpo no existe sólo, existe en relación, necesita un paisaje, necesita una cultura, necesita una comida, necesita una historia, necesita un clima. Todo ello está incluido en cada cuerpo. Entonces, si nosotros preguntamos por la historia del cuerpo, en algunos casos te puedes convertir en nacionalista. Esto es lo que encontré en ese momento. Si animas demasiado la vuelta a la tradición, la tradición enferma”- Y aclara –“Tradición no es una palabra antigua sino moderna. Todos pensamos que la tradición es buena. Y muchas veces lo que se incluye como tradición no es tal, llevamos muy pocos años de aquello que llamamos tradición”. Nuestro arte pide volver a la tradición japonesa pero debe tenerse cuidado con esto. Incluso el Teatro Noh o Kabuki  pertenecen a  la tradición pero esto es contingente. Es cierto que se han mantenido los mismos hábitos por muchos años y por supuesto que yo no puedo negar que el Teatro Noh sea parte de la tradición, pero probablemente la gente de Okinawa no crea esto. Entonces no puedo decir que sea la tradición japonesa” -y sostiene- “En realidad Butoh es contra la tradición, sin estilo”.

En el desarrollo de un workshop de 4 días de trabajo intenso, Kan desplegó algunos de los elementos de su arte. -“Caminatas prolongadas” –en palabras de una de las participantes- “para despojarlas de todo lo que no sirve y poder encontrar el propio movimiento del caminar”-.  O como comentó otra de las asistentes -“En estos días Kan hizo hincapié en lo simple, en la sutileza, en la no presencia, en no estar, para después poder estar”-.  El workshop culminó con una última jornada en la que distintos grupos conformados por los bailarines asistentes, acompañados por intuitivos músicos en vivo, mostraron sencillas y potentes coreografías que recrearon ante un pequeño auditorio de invitados. Katsura Kan brilló en la última de ellas seduciéndonos con el potencial de sus movimientos.

publicado en DanzaNet