Nuestra hipótesis general postula que si bien las performances estudiadas provienen de tradiciones histórico-culturales disímiles, cuando éstas ingresan al mercado global de bienes culturales y a las políticas de "salvaguardia del patrimonio cultural intangible", se reconfiguran como campos que operan con una lógica similar: las relaciones entre los actores se articulan en torno a la disputa de un capital simbólico definido por la legitimidad de cada práctica según la fidelidad a sus orígenes e iniciadores. En consecuencia, en estos campos se advierten dos tipos de fuerzas en tensión: entre la legitimidad que adquiere la conservación y la innovación en cada tradición local y entre la hibridación y la normalización inducidas por la globalización. La hipótesis específica es que estas tensiones también se manifiestan en la corporalidad de los performers urbanos pues, por un lado, ellos son re-socializados en usos del cuerpo y cosmovisiones generalmente holísticas que difieren de sus propios habitus y que redefinen sus experiencias cuerpo-mundo, pero por otro, en sus vidas cotidianas siguen subordinados tanto a las prácticas de disciplinamiento corporal promovidas por las instituciones de la modernidad como a las de normalización inducidas por el consumo postmoderno.